Orange ya tiene luz verde para comprar Jazztel.

La CNMC, Jazztel y la Ley de la Gravedad

Orange ya tiene luz verde para comprar Jazztel. Ocho meses después de presentada la oferta, Bruselas ha dado su aprobación a la opa por la que Orange pagará unos 3.400 millones de euros por hacerse con su rival. Eso desencadena el proceso de la opa, que probablemente será aprobado por la CNMV en el plazo de una semana -tienen que aprobarlo el comité ejecutivo y el consejo- y que se lanzará a finales de este mes de mayo o principios de junio. Como Orange quiere dejar 20 días hábiles de plazo para la aceptación, el calendario más optimista fija la finalización de la opa con el pago de las acciones a principios de julio y el más pesimista a mediados de ese mismo mes. Eso significa que, previsiblemente, Orange lanzará la opa antes de haber cerrado el acuerdo para vender a otro operador español un paquete de soluciones que permitan a éste intentar convertirse en el cuarto operador, ocupando así el puesto que va a dejar Jazztel, con la intención de mantener al máximo la tensión competitiva del mercado español, según los deseos de la Comisión Europea. Las condiciones impuestas por Bruselas para aprobar la operación -venta de unas 720.000 hogares pasados por fibra en 8 ciudades, una oferta mayorista, durante 8 años (cuatro años prorrogables por otros cuatro) sobre la red de ADSL de Orange y hasta una oferta mayorista de móvil con 4G incluido- pueden ayudar a un grupo que quiera crecer y convertirse, efectivamente, en el cuarto operador con presencia en el fijo y en el móvil de escala nacional.

Pero Orange corre el riesgo de que las negociaciones para cerrar ese acuerdo, con MásMóvil y Yoigo como principales aspirantes, sean más tortuosas de lo que ahora aparentan. Eso situaría a Orange en una situación difícil con la opa lanzada y pagada y sin haber alcanzado un acuerdo con el comprador. Si las cosas llegan a ese punto -aunque es difícil, porque habiendo varios candidatos, como los hay, ninguno querrá que el rival se adelante- Orange podría verse en una situación muy complicada porque su interlocutor tendría la sartén por el mango para negociar, por ejemplo, el precio de los tendidos de fibra, que en bruto podrían costar unos 50 millones de euros, un precio que ninguno de los candidatos parece dispuesto a pagar a pesar de que están muy por debajo del coste de despliegue. Es decir, con la opa pagada, Orange no podría correr el riesgo de no llegar a un acuerdo con el comprador de su paquete -lo que podría llevar a Bruselas a intervenir en la operación, con consecuencias imprevisibles-, por lo que el precio de los activos y de las ofertas mayoristas podría tener que ser rebajado muy agresivamente.

La consolidación de los 12.000 millones. De todas formas, la operación se cerrará. Orange se juega demasiado y si tiene que ceder, cederá. Así que el escenario español de la consolidación se cierra, por ahora, tras la inversión de más de 12.100 millones de euros por parte de los tres actores principales (Vodafone pagó 7.200 millones por Ono, Orange se gasta 3.400 millones por Jazztel y Telefónica 1.520 millones por Canal+) y a falta de lo que pase con Yoigo y con las cableras del Norte. De cinco operadores nacionales (Movistar, Vodafone, Orange, Ono y Jazztel) de fijo y móvil  (y 6 de móvil, incluido Yoigo) se ha pasado a tres grupos con presencia nacional: Movistar, Vodafone y Orange.

El disgusto de Marín. Y ese escenario no le gusta nada a José María Marín Quemada, presidente de la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC). Marín declaró hace unas semanas en el Parlamento acerca de la concentración en las telecos españolas que «tres operadores es un número inquietante para cualquier agente regulador de la competencia«.

Las declaraciones de Marín son las que caben esperar de un regulador de la competencia y quedan muy bien en un titular. Sin embargo, en las mismas fechas, el mercado daba su propia opinión, mucho más contundente. Si Marín decía el 22 de abril que 3 es un número peligroso, la colega alemana de la CNMC, la Bundesnetzagentur, anunciaba dos días más tarde, quienes eran los únicos candidatos en firme a la supersubasta de frecuencias que va a poner en marcha Alemania, a partir del miércoles que viene (el 27 de mayo), para vender, entre otras, las primeras frecuencias de la banda de 700 megahercios (MHz), el llamado «segundo dividendo digital», de toda Europa.

Y ¡oh sorpresa!, solo hay tres candidatos. Más concretamente los tres que ya están en el mercado, o sea, Deutsche Telekom, Vodafone y Telefónica. Como también van a quedar tres operadores en el mercado británico si es que se aprueba la venta de O2 a la hongkonesa Hutchison, y como también van a quedar tres en Italia, si fructifican las conversaciones entre Hutchison y la rusa VimpelCom -que ya han pactado el CEO-  para unir Wind y Tre, tercero y cuarto, para crear el líder italiano por clientes móviles. O sea, que previsiblemente Italia y Reino Unido se unirán al grupo de países como Austria, Irlanda y Alemania, en los que quedarán sólo tres operadores de telecomunicaciones móviles.

Lo curioso del asunto es que en Alemania la subasta de frecuencias daba una posibilidad para la entrada de nuevos operadores porque pone en el mercado 270 MHz en total. Como ya ocurrió en la subasta de 2010, en la que, sin embargo, sólo participaron los cuatro operadores que existían entonces (los mismos de ahora más E-Plus, que ha sido comprada por Telefónica). O como ocurrió en España en 2011, donde tampoco entró ningún nuevo operador. O en Reino Unido el año pasado y etcétera, etcétera, etcétera.

La realidad es que en Europa apenas han entrado nuevos operadores en la última década. La última gran ola de nuevos operadores se produjo hace nada menos que 15 años, en el 2000, con las famosas subastas del UMTS que a tantos arruinaron y que, en la práctica, a efectos de más competencia, se saldaron sólo con la entrada de la hongkonesa Hutchison como cuarto o quinto operador en algunos mercados (Reino Unido, Irlanda, Italia, Austria, Escandinavia), que además, y hasta hace muy poco, había tenido un impacto muy modesto en cada uno de los  mercados. Las dos grandes excepciones a ese desierto de nuevos competidores son Yoigo en España en 2006 y Free Mobile en Francia en 2012. Y son casos muy especiales. Yoigo en realidad ganó la licencia en el año 2000, en época de vacas gordas y antes de la debacle de las puntocom y TeliaSonera decidió quedarse con la empresa en 2006 por hacer de la necesidad virtud, porque si se cerraba o les quitaban la licencia -lo que era inminente, tras seis años de espera sin hacer nada-, le iba a costar lo mismo lanzarla que cerrarla por los avales comprometidos. En el caso francés, se le dio una licencia de móvil a medida del segundo grupo de banda ancha fija, que inició su actividad en 2012.

¿Y porque en Alemania, un mercado de 80 millones de consumidores, el más de grande de Europa, con un PIB per capita de 35.000 euros (frente a los 23.000 de España), no quiere entrar nadie nuevo?. Porque las empresas invierten para ganar dinero, aunque sea a medio plazo. Pero nadie quiere invertir si está seguro de que siempre va a perder dinero y de que no va a lograr el tamaño suficiente como para poder competir sostenidamente y ser rentable. Y con tres bichos del tamaño de Telefónica (42 millones de clientes), Telekom (35 millones) y Vodafone (27 millones), es imposible competir. No hay forma de hacerse un hueco a largo plazo.

Los únicos actores nuevos que están creciendo en Europa son tres grupos que están comprando operadores ya existentes en busca de mayor escala, pero sin incrementar los niveles de competencia que había anteriormente en cada mercado. Se trata del grupo de cable Liberty Global, controlado por el magnate John Malone, que ha comprado Virgin Media en Reino Unido y Ziggo en Holanda por 30.000 millones y acaba de comprar la móvil belga BASE por 1.325 millones; de la luxemburguesa Altice, propiedad de Patrick Drahi, dueña de la cablera gala Numericable, que ha comprado SFR, el 2º móvil francés por 20.000 millones y el negocio portugués de Oi-PT por 7.400 millones; y de la ya mencionada Hutchison, del billonario Li Ka Shing, que compró Orange en Austria por 1.300 millones, pagó 850 millones por Telefónica Irlanda y ha pactado 14.000 millones por comprar Telefónica en Reino Unido. O sea, 75.000 millones de euros gastados en compras por los tres actores, pero ni un gramo más de competencia en cada uno de los mercados (Irlanda, Reino Unido, Portugal, Holanda, Bélgica, Francia y Austria) donde han intervenido.

Tres será un número peligroso, pero si es el que aguanta el mercado, será el único posible. ¿O alguien cree que si Telefónica se hubiera creído capaz de competir a largo plazo en Reino Unido donde contaba con el 2º operador -frente a la potencia combinada de la nueva BT, líder de banda ancha, tras comprar al líder móvil (EE)-, la española se hubiera decidido a vender su tercera filial más importante?. ¿Alguién cree que si TeliaSonera pensará que Yoigo puede sobrevivir y ganar dinero de forma estable habría previsto su venta? La quiere vender no porque le caiga mal sino porque no tiene escala para competir a largo plazo y ser rentable.

Las cosas son como son y no como queremos que sean, y en los mercados en los que hay muchos competidores feroces y las bajadas de precios son muy agresivas durante mucho tiempo, llega un momento en que alguno de los accionistas de alguno de los feroces tira la toalla, como ha pasado en Austria, en Reino Unido, en Francia o ahora en España, hartos de no ganar dinero o de no ver la luz al final del túnel. Porque las leyes del mercado son como las leyes de la naturaleza, bastante inexorables.

Y la concentración se seguirá produciendo en España y previsiblemente caerá Yoigo y también, antes o después, los cableros del Norte. Y nos quedaremos con un sector de tres gigantes. Y los precios subirán como ya lo están haciendo. Y si queremos que no suban o suban menos, los clientes tendrán que mandar una señal clara a los operadores de lo que no están dispuestos a aguantar, mirando bien las tarifas y cambiándose a los operadores más baratos. Y si queremos que la cobertura mejore (aunque en España ya es muy buena) y se mantenga a gran nivel para el 4G y lo que venga, el Gobierno tendrá que apretar a los operadores donde les duele, o sea, con el espectro, y establecer obligaciones de cobertura exigentes -mejor que mucha pasta- a cambio de las nuevas frecuencias.

Porque las cosas tienden a caer por la Ley de la Gravedad y si no, por su propio peso.